17 May Cuando la adversidad toca la puerta, confía en las personas
Como sabes, en este newsletter hablamos de la salud emocional o de las tendencias en capacitación y desarrollo de las personas; pero hoy quiero hablarte de una experiencia que tuve hace un par de semanas, experiencia que pudo haber sido traumática de no haber sido por las personas que me brindaron su ayuda en aquella adversidad.
Acompáñame en este relato, en donde estoy segura encontrarás un beneficio para tu salud emocional.
El lunes 29 de abril había tenido un día por demás ajetreado: en el poniente de la ciudad, recogí algunas playeras para un cliente y luego me dirigí al Centro Histórico para recoger unas gorras —como sabes, el tráfico y las distancias en la Ciudad de México, multiplican los tiempos—. Camino a casa, mi cabeza estaba llena de pendientes: llamar a mi cliente del proyecto X que está por cerrar, contestar correos, hacer presupuestos, revisar las facturas…
Ya estaba en la calle de mi casa, apunto de dar la vuelta a la derecha. Por desgracia, en este eje donde circulo, también hay un carril designado para los microbuses, vehículos que son un verdadero peligro. Entonces, me aseguré de que el chofer del microbús me viera, inicio a dar la vuelta…, pero me detengo: veo un par de jóvenes que están cruzando la calle por donde voy a circular. Los jóvenes no han terminado de pasar cuando, de pronto, siento la envestida…
«¿Estoy viva?», fue lo que me pregunté luego del ruido y de la abrupta sacudida. Luego de confirmarlo, vi a las personas descender del microbús, «Todos están bien», pensé. Acto seguido, me dispuse a buscar el número del seguro y la póliza, pese a sentirme realmente agobiada. Mientras lo hacía, una persona —creo que era de mi misma edad— se acercó a mí y me dijo: «¿Estás bien?, ¿te duele algo?, ¿ya pudiste hablar con tu seguro?». A lo que contesté: «Estoy bien, creo… Me duele un poco el cuello, nada más». Me aconsejó que le hablara a mi esposo o a mis hermanos; sin embargo, no tengo esposo, y mis hermanos están lejos de la ciudad. «No tengo a quien hablarle, estoy sola», respondí, y esta persona de nombre Mario, me dijo: «Descuida, yo me quedo contigo hasta que llegue tu seguro».
Al cabo de unos minutos, también llegó una chica, que me dijo: «¿Estás bien? Práctico reiki, y te voy a ayudar ahorita con algo rápido, en lo que llega tu seguro. En cuanto todo esto pase, la próxima semana si quieres, te veo en mi casa. Toma mi tarjeta —con la cual supe su nombre: Yolanda—, te doy una sesión gratis porque siento que tienes muchas cosas embrolladas». Nada más cierto: tenía muchas ideas en la cabeza y no sabía ni por dónde empezar.
Ambas personas se quedaron conmigo hasta que el seguro llegó. El ajustador del seguro concluyó diciéndome que yo era responsable del golpe porque había invadido el carril del microbús —de nuevo, otro shock: era la repuesta que menos esperaba—; justo en ese momento, reflexioné la gravedad del asunto y pensé: “¿Cómo voy a pagar el deducible?”.
Estaba con el ánimo en el suelo, cuando se acercó otra persona maravillosa con su hija pequeña. Me preguntó si podía ayudarme en algo. Y yo, de nueva cuenta, dije que me encontraba bien aun en medio del desastre. Afortunadamente, había escuchado todo lo dicho por el ajustador, a quien encaró diciéndole: «Usted debe estar del lado de su cliente», luego se dirigió a mí: «No te dejes, por eso estas personas abusan. No tengas miedo, vamos con el juez cívico, no te va a pasar nada. Yo te acompaño».
Valeria, cuya fortaleza me dio mucha seguridad, estuvo a mi lado en mi momento más vulnerable; y no solo eso, me llamó al día siguiente para saber cómo me encontraba y reiterarme que estaba para ayudarme. Hermosa persona.
Estas tres personas, que no conocía, hicieron la gran diferencia en esa adversidad: me devolvieron la confianza al sentir apoyo y compañía.
Por eso creo que cuando una difícil circunstancia toca tu puerta, debes confiar en las personas. Con esto no quiero caer en este optimismo mal entendido donde se deja de ver la realidad; más bien, quiero decir que siempre habrá alguien que te ayude aun sin conocerte. Ante la adversidad las personas reaccionan y siempre encontrarás empatía y ayuda.
Estas personas extraordinarias las puedes encontrar en todas partes, en tu trabajo, en tu familia, pero también en la calle, y tienen ciertas características que las hacen reaccionar ante la adversidad, las cuales te comparto a continuación para que trabajemos en ellas:
- Aceptan la realidad y reconocen los obstáculos que se avecinan.
- Propósito. Se enfocan en las metas más importantes y no en lo que piensan los demás.
- Creen en sus habilidades, un activo poderoso y esencial en la búsqueda de metas, físicas y emocionales.
- Enfrentan miedos y siguen adelante a pesar de los obstáculos
- Preparación. Viven un proceso continuo de estar preparadas, tanto para la oportunidad o el desastre. Cuentan con una visualización interminable para actuar con determinación.
- Superan la incertidumbre con confianza, pues saben que, eventualmente, tendrán éxito.
Conviértete en esa persona extraordinaria y ayuda a otros. No se necesita ser experto en un tema; a veces solo se requiere escuchar y estar presentes.
¡Muchas gracias, Mario, Yolanda y Valeria, por brindarme su extraordinario apoyo!
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