“Siempre tengo la razón”. ¿Qué se esconde tras esta forma de ser?

“Siempre tengo la razón”. ¿Qué se esconde tras esta forma de ser?

¿Quién no quiere tener la razón y demostrar que siempre está en lo correcto? Es algo tan poderoso que es imposible no caer en la tentación. No obstante, para algunos de nosotros es claro que hay límites y que tenemos la capacidad de entender el punto de vista de los otros.

Pero ¿qué pasa cuando vivimos con esta necesidad de tener siempre la razón?

Esta forma de ser no se presenta de manera aislada, el hecho de no aceptar otras opiniones refleja la poca confianza que se tiene en los demás, así como el no valorar lo que el otro pueda decir. Como resultado se tiene poca empatía con las personas.

A estas personas les gusta tener el control de la situación, mientras que todo lo que signifique salirse de las normas y la rutina se vuelve verdaderamente incómodo, lo que las convierte en poco flexibles.

Sin embargo, te tengo una noticia: esta actitud, que ronda en la soberbia, esconde una personalidad insegura que necesita constantemente el reconocimiento de los demás, y creen que imponiendo sus opiniones pueden conseguirlo.

Quien se obsesiona por tener siempre la razón acaba sufriendo efectos secundarios, como el aislamiento, trastornos de estrés y ansiedad, entre otros.

Efectos del síndrome de creer tener siempre la razón

La convivencia con este tipo de personas no es fácil, explica la Dra. Trinidad Aparicio Pérez, en su artículo “Personas que creen tener siempre la razón”, ya que no aceptan que se les lleve la contraria, y cuando esto sucede, intentarán por todos los medios imponer su opinión; si no lo consiguen, se genera un mal ambiente y, como consecuencia, tensiones e insatisfacciones, inclusive agresión.

Por otro lado, en las relaciones de pareja, cuando uno intenta imponer su manera de ver las cosas al otro, explica la Dra. Aparicio, esto puede producir dos reacciones: o bien acepta la imposición, en cuyo caso vivirá en cierto modo dominado por su pareja; o bien se revelará contra esas imposiciones, lo que provocará reacciones airadas de su pareja y se establecerá un clima de tensión y de constantes discusiones que puede provocar un rompimiento.

En el ámbito laboral, si en tu empresa aplicas la máxima de “el jefe dice y lo que dice es ley”, ten cuidado: esto puede afectar de manera muy significativa en tu organización, pues querer tener siempre la razón, y creerlo, puede llevarte al aislamiento y a deshabilitar tu capacidad de escucha, la cual es necesaria en el mundo de los negocios.

Steve Jobs decía: “No tiene sentido contratar a personas inteligentes y después decirles lo que tienen que hacer. Contratamos a personas inteligentes para que nos digan qué tenemos que hacer”.

Date la oportunidad de escuchar a tus colaboradores y aprender de ellos, deja atrás la inseguridad y el miedo a que otros tengan mejores ideas.

Trabaja en tu autoestima y refuerza la idea de que eres valioso, aunque no siempre tengas la razón.

5 ideas para resolver el síndrome de tener siempre la razón

Aquí te dejo algunas ideas muy sencillas de aplicar en tu día a día, para hacer frente a este síndrome:

  1. Cuestiona tus creencias. Las personas somos una máquina de creencias. Las interiorizamos y las asumimos como programas mentales que nos repetimos una y otra vez hasta hacerlas parte de nuestro ser. Por ello es fácil que nuestras ideas se sobrepongan a las de los otros. Así que cuestiona tus creencias.
  2. Ábrete al diálogo. El mundo no es en blanco y negro: la vida y las personas encuentran su máxima belleza y expresión en la diversidad, en los enfoques variados. Las distintas perspectivas de pensamiento te ayudan a aprender, crecer y avanzar.
  3. Apaga los pensamientos únicos. El pensamiento único y la imposición de una verdad universal es ir en contra de la esencia humana, e incluso del propio ejercicio de la libertad individual. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Bradford, cerca del 60% de personas con este tipo de perfil sufren enfermedades físicas, como continuos dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, así como de altos niveles de estrés y relaciones disfuncionales con la familia; de hecho, son personas que alteran la convivencia del entorno en el que se mueven. Observa si eres la persona que, al llegar a una reunión, todos evitan por no compartir distintos puntos de vista. Solo por un momento apaga esos pensamientos únicos y práctica una escucha activa, que consiste en escuchar para comprender lo que alguien más está diciendo, poniendo toda la atención en lo que el otro dice.
  4. Levanta la vista. En lugar de obcecarte en mantener siempre una misma dirección, aprende a alzar la vista para no chocar con los otros y encontrar una forma diferente de relacionarte, sin conflicto y sin llegar a una crisis.
  5. Reconstruye tus relaciones. Permite el paso a las personas que están cerca de ti, con respeto, empatía y un sentido auténtico de convivencia. Descubrirás que las personas que te rodean tienen mucho que dar si cambias la perspectiva de tu convivencia con ellas.

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