Los hermosos o los terribles dos

Los hermosos o los terribles dos

Hoy les contaré un poco de los famosos y mal llamados terribles dos, conocidos también como la hora cero o la adolescencia de la infancia. Se trata de los dos  años del bebé, mismos que pueden ser bastante difíciles para muchos padres, aunque lo cierto es que no son tan terribles como parecen, es verdad que existe una desorganización pero hay un porque.

Comencemos diciendo que este periodo no empieza propiamente a los 2 años de edad, sino que se da entre  los 18  y 24 meses aproximadamente (incluso antes).

Esta etapa marca el inicio de un proceso maravilloso,  en donde el bebé, que antes estaba fusionado emocional y psíquicamente  con su mamá, se da cuenta que es un individuo separado de ella e inicia a ser autónomo e independiente (proceso de individuación y autonomía). En  este periodo también desarrollará cualidades que definirán su personalidad, entre ellas el autoestima.

Para los pequeños, todo es novedad en esta etapa y por eso buscan explorar el mundo y hacer cosas por sí mismos.  Algunas veces puede parecer al inicio que nos quieren llevar la contraria en todo, ya que su palabra favorita es NO. Pero justo el oponerse es una necesidad; buscan experimentar el entorno y descubrir quiénes son. Con el NO también refuerzan  lo  que no son. Cuando ellos dicen NO, es una manera de empezar a poner límites, eso también se aprende, ya que están construyendo su identidad, autoestima y comienzan a ser autónomos. Eso lejos de ser terrible es un gran logro para nuestros hijos.

Habrá veces que podremos respetar sus “No” pero habrá otras que no serán negociables y en esos casos sugiero darles opciones. Eso automáticamente los aleja de la lucha de poder y, al brindarle opciones, lo que hace su cerebro es enfocarse en elegir y a su vez nuestros hijos  cooperan con la rutina del día a día. Esto les da el control de alguna manera y al mismo tiempo favorece su autonomía porque ellos son los que están eligiendo.

Ejemplo: A la hora de prepararse para ir a dormir y no se quiera poner la pijama, en lugar de decirle ¡ponte la pijama! dale opciones ¿qué pijama quieres, la morada o la verde?, ¿quieres que te la ponga mamá o papá?, de esa manera coopera y fluye la rutina diaria en lugar de volverse una lucha de poder.

Por otro lado es lógico que diga No a todo, si nosotros todo el día le decimos cosas como ¡No grites!, ¡No corras!, ¡No toques ahí!, etc. Por eso sugiero que no abusemos del NO y que hablemos más en positivo por ejemplo: Camina despacio, hablemos bajito, este no lo puedes tocar pero este sí, sin pegar.

Otra de sus palabras favoritas es YO y MÍO. Cuando digan “yo solo” en lugar de hacer las cosas por ellos, dales la confianza que necesitan y que tengan la sensación de que son capaces. Ejemplo: en lugar de querer abrocharle las agujetas por prisa, anticípate si ya sabes que se va a tardar 15 minutos; dale la oportunidad de hacerlo y dile que si te necesita, le ayudas.

Aunque la mayoría de los padres podrían pensar en que su bebé fue cambiado por un adolescente no es así, este comportamiento que muchos encasillan o etiquetan como malo, simplemente es esperado, natural y parte del desarrollo de nuestros hijos. En la medida en que nosotros como adultos lo veamos increíble y no terrible, así será y de igual manera ellos como niños así lo vivirán.

Otro evento característico en esta etapa son los famosos y temibles berrinches, en donde el niño se desborda en llanto, golpea o se golpea, se tira al piso, patalea, grita, etc. En esta etapa nuestros niños también empiezan a conocer sus emociones, su cerebro aún no está desarrollado por completo, la zona del cerebro que se encarga del control de las emociones está en plena construcción. La flexibilidad y control de impulsos, son cualidades que aún no maduran, por eso te necesita para que tú le modeles esa autorregulación.

Un berrinche es una descarga emocional intensa: el niño se frustra o enoja cuando algo no le salió como esperaba y si a eso le sumamos su limitado lenguaje y que no le entendemos, su frustración aumenta. El sueño, el hambre o algún otro malestar son importantes detonadores fisiológicos que pueden provocar  berrinches fuertes. La falta de reconocimiento por parte de los padres, la falta de estructura, de límites y la falta de atención pueden ser otros factores que disparen berrinches. 

Es importante que el berrinche no lo ignoremos, porque a quien ignoramos en realidad es a nuestros hijos. Por un lado damos un mensaje equivocado de “si lloras, no te quiero y te ignoro” y ellos aprenden a reprimir emoción. Por otro lado, lejos de lograr eliminar o calmar el berrinche causaremos el efecto contrario, es como si intentáramos apagar fuego con gasolina. Piénsalo, si fueras tú el enojado y alguien te grita o te ignora ¿te calmarías?

Lo que tenemos que hacer es validar su emoción,  darle  tiempo de procesar y transitar el malestar (la emoción no se reprime), en otras palabras, esperar a que pase la tormenta.

Nuestra tarea no es hacerlo parar sino acompañar  su emoción dándole tiempo, espacio y acompañamiento emocional para que él descargue la emoción. El objetivo no es calmarlo o pararlo, el reto para nosotros es regularnos también. Ellos no saben qué hacer con la emoción, hay que enseñarlos a identificarlas, nombrarlas y gestionarlas.

De igual forma como les enseñamos a caminar o  comer, les enseñamos a regularse. En el cerebro tenemos las neuronas espejo que básicamente reflejan lo que observamos. Es como si copiáramos las emociones y conductas de las otras personas, por lo tanto sí es posible “contagiar una emoción”.  Es de suma importancia que ante un berrinche nosotros nos autorregulemos para modelarle y “contagiarle” esa calma. Entendamos que ellos realmente están pasando por un momento complicado en ese momento.

Otras áreas que suelen desorganizarse en esta etapa, son la alimentación y el sueño. Algunos niños empiezan a ser más selectivos con la comida, incluso cosas que anteriormente les gustaban, ahora las rechazan por completo. Algunas veces comen bien y otras no quieren nada. Respetemos sus ciclos intermitentes de apetito y saciedad y evitemos los chantajes para que coman, naturalmente reducen su ingesta calórica para crecer más despacio. El sueño algunas veces también se altera, hay niños que tienen despertares nocturnos, otros dejan de dormir de corrido, a otros les cuesta trabajo dormir, e incluso hay algunos que en las madrugadas suelen repetir palabras que están aprendiendo, ya que su cerebro las está procesando e integrando.

Para terminar, los invitaría a ver esta etapa desde otro ángulo: dejemos la idea de que es terrible y mejor veámosla como una etapa de crecimiento y logros de nuestros pequeños. Aunque algunos momentos no serán fáciles, brindémosles estrategias para acompañarlos y hagamos esta etapa increíble para ellos y para nosotros. Dejemos también la falsa idea de que son niños maleducados y sin límites; que manipulan o que lo hacen por molestar o porque ya nos tomaron la medida. Todo es parte de su desarrollo, acompañémoslos en sus malos y buenos ratos, respiremos profundo y disfrutemos ya que esta etapa pasará.

Psic. Macarena Berrones

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